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Microhistoria

Pedro Ángeles Jiménez, algunas reflexiones en la egohistoria

Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas

Mi relación más directa con la fotografía y su documentación inició en 1985, cuando hice mi servicio social en la Fototeca del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Por aquel entonces y como ocurre en tantas ocasiones, la claridad de dedicar mis esfuerzos a la vastísima área del patrimonio fotográfico aún estaba muy en ciernes, y en buena medida, el interés que tenía por la fotografía se ceñía entonces a la posibilidad de conocer algo de la técnica fotográfica especializada en tomar arquitectura o pintura, es decir, en la comprensión de que la fotografía constituye una herramienta básica de documentación para el historiador del arte.

Con gran fortuna para mí, la coordinadora de aquel entonces, la licenciada Amada Martínez Reyes, tuvo la perspicacia de invitarme a presentar un concurso de oposición a una plaza de técnico académico de medio tiempo, siendo yo entonces estudiante en la última etapa de mi licenciatura en Historia. Sin ningún currículo académico, recuerdo que el primer concurso no me favoreció, pero en 1986 hubo una nueva oportunidad, misma que me permitió ingresar en aquella organización, que proveía las imágenes usadas por mis maestros en sus clases tanto como muchas de las que ilustraban sus libros y artículos.

Eran tiempos en que la Fototeca del Instituto de Investigaciones Estéticas ocupaba un espacio en la planta baja de la Torre de Humanidades, sitio que permitía un tránsito fluido a mis últimas clases en la Facultad de Filosofía y Letras, y donde aprecié el trabajo de Rafael Rivera en el laboratorio de revelado e impresiones en blanco y negro, lo mismo que los esfuerzos de todos los compañeros de aquel entonces para deslindar dos áreas de actividad fundamentales: la toma de imágenes nuevas para cubrir las necesidades de los académicos de Investigaciones Estéticas, tanto como los procedimientos que seguían para la organización de las imágenes ya existentes.

Pronto, se hizo necesario profundizar en al menos dos aspectos generales de la cultura fotográfica: primero, el manejo del equipo que desde siempre distinguió esta área, y que iba desde cámaras de formato medio y 35mm, hasta una Linhoff Técnica para película 4 x 5, el reprovit Leica para fotografiar libros, o repronart Honeywell con el que se copiaban diapositivas 35 mm. El otro aspecto al que me refiero, fue ir conociendo la dinámica de organización del acervo, que debía cumplir exigentes usos para la localización de fotografías de objetos artísticos inmersos en su propia taxonomía y cómo esto, paulatinamente ingresar a la era del cómputo con “Candelaria”, una computadora Apple II de dos drives que llegó a la fototeca un 2 de febrero: destino del catálogo automatizado que entonces pasaba del plano del diseño de tarjetas perforadas a los terrenos del cómputo personal, con una base de datos diseñada en el programa dbmaster.

Con esto quiero decir que la Fototeca de aquel entonces, lo mismo en la composición de sus áreas y acervo como en las personas que ahí laboraban, tenían un conocimiento de la cultura fotográfica que abarcaba diversos aspectos y que se brindaba generosamente para quienes lo quisieran, lo mismo en la posibilidad de saber del uso especializado de la película panatomic de Kodak para lograr fotografía de planos u objetos de alto contraste, o la emoción de fotografiar en Tlalmanalco, por primera vez, una obra del pintor novohispano Luis Juárez.

Poco después la Universidad decidió la construcción de un edificio para el Instituto de Investigaciones Estéticas en un complejo de edificios al que conocemos desde entonces como la Ciudad de las Humanidades, el cual incluía nuevas instalaciones de su Fototeca, que con motivo del festejo del centenario del natalicio de Manuel Toussaint, destacado historiador del arte y personalidad fundamental en la fundación del Instituto, el año de 1990 recibió su nombre, que desde entonces quedó como Archivo Fotográfico Manuel Toussaint. La modificación de nuestro edificio para dar mayor capacidad de almacenamiento a su Biblioteca, permitió replantear otras instalaciones a mi archivo, espacio que ocupamos desde el año de 2005.

A partir de que año inició para mí un periodo de enorme actividad: fui nombrado Coordinador del Archivo por la Dra. Teresa Uriarte, manteniéndome en el cargo en toda la dirección del Dr. Arturo Pascual y el primer año en la del Dr. Renato González (2005-2011). Como podrán imaginarlo, la historia de mi vida y su relación con el patrimonio fotográfico giran en torno a este Archivo. A él le debo cuanto se de gestión, de organización de la información o de la importancia de la preservación de acervos. Debo decir que mi archivo es una tribuna privilegiada, que cuenta con colecciones destacadas pero también con generosas posibilidades de desarrollo profesional. Desde aquí me ha tocado participar en la transformación de la imagen argéntica a la digital, o cómo la catalogación local ha de transformarse en global con el acceso de sus bases de datos a las redes. Desde aquí he mirado cómo es difícil lograr el equilibrio en la gestión de los controles físico, de preservación e intelectual, pero también miro cómo un archivo moderno se transforma y cómo trabaja día con día, en beneficio del patrimonio fotográfico que nos tocó bajo custodia.