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Microhistoria

Anna Susi

Cursé la Licenciatura en Historia Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Boloña (Italia). Cuando empecé en 1999 mi generación era la primera que utilizaba el correo electrónico e Internet de manera regular. A las mayorías positivistas de la escuela, nuestra especialización parecía, poco acorde con el “método historiográfico” que ellos reclamaban como única fuente de verdad. La Historia, con “H” mayúscula, llegaba hasta el periodo moderno acabando simbólicamente con la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en la facultad encontramos a historiadores cuya fama quedaba corta, respecto a sus capacidades profesionales reales -como investigadores y como maestros-. Eran autores muy reconocidos, que se ocupaban de temas como el fascismo, la lucha partisana, los movimientos estudiantiles y feministas de la década de 1970. Esta feliz coincidencia nos permitió un acercamiento a la “materia viva” de la historia (sus sujetos) y a una “nueva” disciplina cuyas herramientas metodológicas venían de diferentes campos del conocimiento. Esto nos heredó, de alguna manera, la pasión para experimentar constantemente con el método histórico.

Mi "herejía intelectual" pasó el límite previsto por el plan de estudios, cuando decidí titularme con una tesis sobre México. Tuve que llegar a Turín donde conocí a personas clave para mi primer acercamiento a la fotografía y, a través de ella, a la historia contemporánea del continente: el Prof. Marco Bellingeri, la Dra. Tiziana Bertaccini y el Antropólogo José Antonio Chepe Rojas Loa. En ese primer trabajo académico analicé los conceptos de “autogestión” y de “universidad crítica”,  específicamente en el caso del Autogobierno de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. En 2005 el prof. Bellingeri me propuso regresar a la Ciudad de México (donde había llevado a cabo una estancia durante mi Licenciatura) para trabajar en una investigación iconográfica, en vista de un coloquio y una exposición fotográfica que se llevaría a cabo en Turín en 2006 y cuyo tema central era la idea de “modernidad” en dos acontecimientos de la historia reciente de México: el movimiento estudiantil de 1968 y los Juegos de las XIX Olimpiadas.

Ahí empezó todo: el alud de imágenes, la generosidad de los autores y del mundo fotográfico así como el estado de conservación de los archivos se convirtieron en el pan de cada día. Llegué a México por primera vez hace más de diez años y desde entonces he tenido el privilegio de conocer muchos archivos y colecciones fotográficas, casi siempre como investigadora o “usuaria”. Durante la Maestría en Estudios Latinoamericanos me presentaron Gina Rodríguez, quien entonces era Responsable de la Fototeca del Centro de la Imagen. Gracias a su apoyo realicé mi servicio social en el CI y tuve el privilegio de apoyar en la primera fase de registro de las colecciones de los Coloquios Latinoamericanos de Fotografía, que se llevaron a cabo en 1978 y 1983. La bondad del ambiente me permitió desarrollar ciertas capacidades “críticas” del ojo que sólo se pueden lograr por medio de una relación estrecha con la imagen visual, de una formación interdisciplinaria y, sobre todo, por la cercanía de buenos maestros.

Concluí la Maestría en 2009 con un trabajo sobre los Coloquios Latinoamericanos y la construcción de la “identidad latinoamericana”. Posteriormente decidí profundizar mi conocimiento sobre el objeto fotográfico desde un punto de vista técnico. Entré a la Escuela Nacional de Restauración y Conservación y Museografía, donde se acababa de inaugurar una especialización sobre fotografía pero renuncié a la ENCRyM para entrar al Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Mi tesis de doctorado fue una investigación sobre fotografía y guerrilla en América Latina, a través del análisis de la obra de Antonio Turok. Gracias a la profundidad del trabajo de campo y a la cercanía con el “mundo” de Turok, mi mirada ha cambiado significativamente. Lo que más me interesa desde un punto de vista profesional y académico, es la posibilidad de escribir la historia de los movimientos sociales a través de la fotografía y al mismo tiempo experimentar con una propuesta teórica-metodológica capaz de enriquecer el debate actual sobre las relaciones entre imagen y poder.

Acabé el Doctorado en 2015 y aproveché una estancia en mi país natal para participar en un curso de “Conservación y Restauración de fotografía” en la Fundación Alinari de Florencia. Después de años de investigación y escritura en solitario, el trabajo en equipo que se lleva a cabo en este archivo me pareció sumamente enriquecedor. De vuelta a México, el Dr. John Mraz me aconsejó buscar contacto con el Fotobservatorio, proyecto que en ese entonces acababa de nacer y que coincidía con los intereses de un ser híbrido como soy: una historiadora contemporaneísta con una gran pasión por la fotografía latinoamericana y las investigaciones iconográficas, interesada también en el registro y en la conservación.

En marzo de 2016 participé por primera vez en una reunión por invitación del Maestro Fernando Osorio, a quien acababa de conocer en un taller que impartió sobre conservación y gestión de colecciones. El Fotobservatorio representa desde mi punto de vista, un espacio importante para crear una red independiente y formal, para compartir el conocimiento y nuestras inquietudes. Una plataforma interdisciplinaria capaz de plantear propuestas concretas, orientadas a propiciar mejores condiciones de conservación y, por ende, de acceso a las colecciones y archivos fotográficos de México.

Actualmente imparto clases en la UNAM y en la ENAH, donde busco transmitir a mis estudiantes la misma pasión por la historia que me enseñaron mis maestros. A través de una propuesta interpretativa-metodológica original, ajena a la enseñanza básica de la historia que se reduce a un listado apático de eventos y nombres, intento motivarlos. Me esfuerzo para que aprendan a disfrutar críticamente de lo visual, dejando que sean las imágenes la que hagan las preguntas y no al revés. El contacto con la fotografía, y sobre todo con el entorno que la significa, ha tomado un lugar significativo en mi vida, un lugar privilegiado desde el cual experimento a diario las posibilidades infinitas de la mirada.

 

Ciudad de México, Febrero de 2017